martes, 19 de agosto de 2008

ODA AL ETERNO RETORNO I.



Lo que nunca voy a olvidar y lo que nunca jamás se volverá a repetir será esa sensación aquel día tu y yo en el pasto.

No era aún ni mediodía, yo estaba soñolienta y cansada sin embargo ese era mi momento, mi gran momento a la Otelo: el sonido del aire, la paz que podía sentirse, el cielo azul y limpio.

En ese preciso momento no me importaba que dentro de poco ya tuvieramos que irnos, no pensaba en nada más que en el presente, después yo volvería a ser la muda de siempre, no importaba que al anochecer lloviera torrencialmente. Justo ese era el momento en el que felizmente podría detenerse el tiempo.

A mi no me quedaría otra cosa por hacer más que esbozar una sonrisa en mi rostro, la más sincera, la sonrisa más verdadera que haya podido hacer mi rostro.



Quisiera hablar de ti a todas horas en un congreso de sordos, enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre
quiero darte a nadie para que vuelvas a mí sin haberte ido.

En los parques, en qué hay pájaros y un sol en hojas por el suelo,
donde se quiere dulcemente a las solteronas que miran a los niños,
te deseo, te sueño.


¡Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente!



(Te invito a comer uvas este tarde

o a tomar café, si llueve,
y a estar juntos siempre, siempre, hasta la noche).
Jaime Sabines

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