miércoles, 3 de febrero de 2010

- Pero no hables tan alto, otros pueden hacerlo claro.

Dicen cosas dignas; no se ríe la gente, pero tú no te andas por el país del balbuceoa atragatándote con un pedazo de luna azul todos los días, zigzagueando por la avenidas, errabundo.

¿Qué es difícil estar maravillado, y sin e,bargo firme en su propio centro?
Lo sé. ¿Y difícil mirar sin protestar cuando el horizonte se desangra mordido por los canes de la destrucción mientras el hombre se revuelca en el charco de los desagües. También. Por eso andamos colgados de una cola, como monos, mimetizando una postura facíl. Y es imposible tenerse en pie dentro del justo medio, por eso estás aquí preguntándole al árbol por qué sube y al hombre por qué baja, y en la primera abeja que ves te montas rumbo al sueño, o te echas sobre los prados a rascarte la escasa libertad que te queda en esa hora en que la miel de la tarde se azoga y tiende un velo de topacio sobre el párpado insomne.

Y cuando ves pasar un tren , lo tomas hacia cualquier parte del mundo... ¿Y todavía quieres que te respeten?

Que cada cual responde según su naturaleza. Cieto peso haslez tragar a los demás ese bocado: te rompen la verdad, te vuelves a encontrar con que nada está en su sitio, que no se ordena lo que carece en su centro de equilibrio.

Y sin embargo allá vas, a sentarte en el lomo del mundo picándole las costillas para hacerlo tu amigo.
Y ayunas y lloras con impertinencia, soñando que el hombre es el amigo del hombre.
Y el mundo se restriega contra el filo de las bayonetas y te arroja por la borda como a un niño bastardo, y por la borda también al negro, al blanco, al amarillo... todo es cuestión de orden, lo dice el perfume alto de los pinos.

RETORNO DE ELECTRA, Enriqueta Ochoa.