domingo, 2 de noviembre de 2008

Un cuarto propio...

Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio.
Virginia Woolf

Es por esto que no he escrito, porque no tengo ni uno, ni otro. Sólo consigo darle cierto alivio a la mano y me permito escribir 2 o 3 frases que se parecen más a los desvarios de una idiota, a bagatelas sin sentido, simplezas que no merecen perpetuidad ni aquí, ni en ninguno de mis cuadernos.
En algún tiempo era capaz de armar y acomodar las frases, conseguía un par de cuentos. Hoy, ni mi vida, ni lo que escribo tienen pies ni cabeza: Un cuarto propio no tengo, ni siquiera tengo un lugar que pueda llamar mi hogar, mío, no de mis padres. Ningún lugar es mío, no soy capaz de poseer ni siquiera un espacio donde pueda tener el silencio o el ruido que yo desee.
En cuanto al dinero pese a que el dinero carece de valor para mi, (exceptuando lo necesario -obviamente-) el "dinero" casi siempre se ha convertido más que una preocupación, es para mí una especie de impedimento que no me permite ser, ni hacer lo que deseo.
Si no soy capaz de conseguir esto entonces concluyo que por supuesto que no escribiré nada, al menos por el momento.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Debí, pero no pude.

Debí de haberle dicho aquel día en el pasto: "Perdón por mi silencio, últimamente me he sentido inmesamente triste y sin embargo reconozco que en este momento me siento profundamente feliz escuchándote".
Como explicarte que decidí guardar silencio, en vista de que nadie entendía el significado de mis palabras, me volví muda, cómo decirte que paradojicamente yo aquel día hubiera podido conversar contigo. Quería contestarte.
Recuerdo que me gustó lo que ese día sentí, no era comodidad era algo más cercano a una profunda paz, algo estaba ocurriendo con mi cuerpo, sin embargo, más que cansada estaba sedada, tenía una profunda ansía por que el tiempo pasará lento. Que no tuviera que irme, al menos no tan pronto, lo único que deseaba era quedarme aquella tarde un momento más contigo.
Quería contestarte pero mi boca no se abría, lo peor es que mis oídos tuvieron que conformarse con devorar tus palabras.
Tuve que guardarlas en mi memoria, escribir esto en este momento. Enmudecida y entumecida estuve.

La Pangloss
No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche.

jaime sabines