jueves, 30 de diciembre de 2010

El tiempo es una aflicción humana;

no un invento humano, pero es una prisión.
¿Cuál es, entonces, el sentido de ciento sesenta millones de años sin tiempo?

¿Y qué significa el tiempo para los lémures en busca de víveres?
Aquí no hay depredadores, no hay mucho que temer. Tienen el dedo pulgar opuesto pero no fabrican herramientas; no las precisan. No están tocados por el mal que inunda y llena al Homo bobiens cuando levanta un arma: sin embargo, él tiene una ventaja. ¡Una terrible sensación de regocijo proviene de saber que uno la tiene!

La belleza siempre está condenada. "Los que son malignos y están armados se acercan." Homo bobiens con sus armas, su tiempo, su codicia insaciable, y una ignorancia tan horrible que es incapaz de contemplar su propio rostro.

El hombre nació en el tiempo. Vive y muere en el tiempo. Dondequiera que vaya, lleva el tiempo consigo y lo impone.

La raza de los lémures es más antigua que el Homo bobiens, mucho más antigua. Data de hace ciento sesenta millones de años, la época en que Madagascar se separó del continente africano. Su modo de pensar y sentir difiere básicamente del nuestro; no se orienta hacia tiempo, secuencia y causalidad. Ellos consideran repugnantes y difíciles estos conceptos.

Se podría pensar que una especie que no deja huellas fósiles ha desaparecido para siempre, pero la Gran Imagen, la historia de la vida sobre la tierra existe para quien la quiera leer. Masas de montañas y selvas se deslizan, algunas disminuyen su velocidad, otras la aceleran, enormes ríos de tierra dentados se separan en islas, una gran fisura, las masas de tierra se frotan, y luego se separan, se precipitan, cada cual hacia su lado, cada vez más aceleradas... aminoran la velocidad en la gran isla roja, con sus desiertos y sus selvas tropicales, sus montañas con arbustos y lagos, sus animales peculiares y plantas, y la ausencia de depredadores y reptiles venenosos: UN VASTO SANTUARIO PARA LOS LÉMURES Y LOS ESPÍRITUS DELICADOS QUE RESPIRAN A TRAVÉS DE ELLOS.