martes, 27 de enero de 2009

Vivimos igual que ratas de laboratorio, no estamos donde deberíamos estar, vivimos mal.

En el libro Las drogas y la mente (De Ropp) su autor lo expone sin rodeos:
  • Algunas ratas con electrodos en ciertas regiones del hipotálamo se estimularon más de 2 mil veces por hora, durante un día entero. ¡Sorprendente hallazgo! Qué curiosos abismos de depravación se abren ante nuestros ojos. Si fuese humana, esa rata enloquecida de placer presentaría justamente el cuadro de depravación moral del toxicómano que trota la calle en busca de droga, mientras su mujer y sus hijos mueren de hambre en un hotel de mala muerte. ¿Será posible que los neurofisiológos hayan logrado aquello que ni siquiera el demonio consiguió con todos sus siglos de experiencia? ¿Acaso habrán conseguido inventar una nueva forma de pecado?
En efecto, muchos conciben hoy el uso de ciertas sustancias como una nueva forma de pecado, y los códigos tipifican esa conducta como nueva forma de delito. "La droga" hace enloquecer de placer al hombre, como el electrodo convenientemente implantado en su hipotálamo hace que la existencia de la rata "se convierta en un largo orgasmo". Se diría que ninguna de estas dos cosas es explicable sin un trasfondo de intenso descontecto individual (De Ropp pasa por alto que el roedor supuestamente demenciado por la lujuría es un animal sometido a intervenciones dolorosas, cargado de protésis que su organismo rechaza, recluido en un medio extraño y sujeto a toda clase de violencias; por la misma lógica, una persona que en condiciones análogas prefiera cloroformo o morfina a alimentarse está convirtiendo su vida en un "abismo de depravación".
Parece plausible que en vez de voluptuosidades postivas la rata obtenga algún grado de analgesia.
No sería, pues, extraño que su compulsivo recurso a la estimulación eléctrica experimentara importantes modificaciones si puede existir libremente en su medio natural), y que en el caso humano debe achacarse también al malestar general que en la cultura, que Freud y otros describieron con lucidez hace ya medio siglo. Sin embargo, la situación ha cambiado considerablemente en la sociedad consumista. Hace medio siglo el malestar social e individual se admitía, mientras ahora "es como si existiera un tabú que prohibe definir como repugnancia la repugnancia que produce esta sociedad" (Behr) Quien vulnere dicha regla, sea grupo o sujeto singular, se autoincluye en el bando de los enfermos mentales, y como enfermo mental -además de pecador y delincuente- viene siendo tratado el usuario de drogas ilícitas desde hace algunas décadas.

Historia de las drogas 1, Escohotado Antonio.
Historia. Alianza Editorial.

1 comentario:

kurtz dijo...

Completamente de acuerdo. Yo tengo un sampedro en Casa de mi madre (Pontevedra-España] y cultivo cannabis en el balcon de mi casa en la ciudad.

Me interesa mucho el tema de "las" drogas y creo que los dos autores que escogiste son "vacas sagradas" en estos temas.

PD. ¿Se puede conseguir el libro gratis [escaneado o así] en la red?. mi correo es makuchuspi@gmail.com