Los monstruos nunca mueren
Si crees que retroceden, si parece
que han olvidado el rastro de tus días,
tus lugares sagrados, tus ruinas,
el bosque inabarcable de tus sueños;
si sonríes, porque ya no recuerdas
la última noche en que te atormentaron,
ten por seguro que andarán buscándote,
ten por seguro que darán contigo.
Y entonces pisarán donde tú ya has pisado,
incediarán tu bosque, tendrás cita
con ellos en su cama, jugarán con tus cartas,
beberás de su copa
y soñarán por ti castigos inpensables.
Los monstruos nunca mueren .
Viajan dentro de ti, regresan siempre.
Son los pasos que escuchas
en el destartalado desván de la conciencia,
el ruido del somier de dos que follan
en el cuarto contiguo en que no hay nadie.
Los monstruos son las sombras chinescas que proyecta
un insomne demonio en la pared,
o el salvaje aleteo de un pájaro invisible
en un cofre cerrado; la llamada
en mitad de la noche, sin respuesta,
y es la respiración del monstruo
la que está al otro lado, jadeando.
Son el centro de un ojo
que no puede dormir,
porque no tiene párpado.
Pasa el tiempo, se pierde,
la memoria se pudre,
desolladero abajo de nosotros,
el amor se consume por obra de su fuego.
Los secretos terminan traicionándose,
cede la fiebre, el sol declina,
se nos muere la dicha del que fuimos,
el que somos se muere sin saberlo.
Pero los monstruos no.
Los monstruos nunca mueren.
Poema de Carlos Marzal, Valencia 1961.
Vivo en el caribe, lo digo en la forma indicativo del español, no lo digo presumiendo.
Lo digo como un hecho, estoy en el mismísimo paraíso, el mar es azul, el aire está limpio, y aún así estaba muerta por dentro porque yo misma fui capaz de amar a un hombre muerto, yo estaba muerta también.
Hasta acá me vine a dar cuenta de que dentro y conmigo estaba cargando mis propios monstruos que traía desde lejos, me seguían sin importarles las barreras del espacio y del tiempo.
Yo también tuve que morirme también.
Si uno está arruinado, de igual modo verás todo, no importa que estés en el lugar más bello, es sólo que citando a Alan Moore "YA NO QUIERO VER MÁS LAS COSAS MUERTAS".
Soy otra ya, he dejado de luchar y ya no busco combatir cierto tipo de putrefacción inherente en mí, ya no intento ocultar ese nauseabundo sentir que me provoca ciertas manifestaciones asquerosas de la especie humana, nadie se robará mi alma.
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